«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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preservar y cuidar el uso de la lengua común es defender España

El español: idioma de la Soberanía y del Derecho

Idioma español. Fundación Disenso

Si cinco siglos atrás España tenía por principal desafío la exploración y civilización de los territorios descubiertos y por descubrir, hoy la empresa española pasa, inevitablemente, por fortalecer nuestra nación en su identidad, convivencia, cohesión, fortaleza y proyecto. 

Estas últimas semanas, con ocasión de las resoluciones judiciales que marcan un mínimo de un veinticinco por ciento de clases en español, porcentaje harto insuficiente, además de asombroso, tratándose de la lengua propia de la nación española, se ha vuelto a demostrar la importancia que tiene la lengua para las culturas políticas.

El separatismo lleva décadas, bajo la atontada mirada de los gobiernos de la nación, promoviendo la lengua regional en menoscabo del español, lengua común y propia de todos los españoles y de las tierras y pueblos de España. El separatismo, con la desvergonzada complicidad de los dirigentes del PP y PSOE, ha podido desplegar sus proyectos lingüísticos bajo un fin último: cambiar el panorama sociolingüístico de la región. 

El proyecto separatista, que es construir una identidad nacional independiente de España, comprendió que la lengua podía ser, además de un negocio para muchos, un elemento identitario sobre el que construir sus objetivos. Es por ello por lo que, en algunas regiones de España, se comenzó, hace ya décadas, a impulsar a las que todos conocemos como lenguas regionales, a las que calificaban como «lenguas propias», frente a la ajena que sería para los nacionalistas y separatistas el español o castellano. Esta dicotomía es, incontestablemente, parte del enfrentamiento separatista frente a España, porque entendieron, como ya antes vislumbraron otros previos ideólogos del separatismo, que la lengua es parte del escenario para alcanzar una supuesta legitimidad para la construcción de una identidad nacional que pueda llegar a ser así reconocida. 

Lo trágico es que el plan separatista se haya podido desplegar con el beneplácito de algunos de los partidos de ámbito nacional. Como continuamente denuncian y prueban algunas asociaciones y organizaciones defensoras, el español está limitado en el ámbito público en regiones también gobernadas por el PP, como Galicia, o en Baleares y Valencia, hoy dirigidas por el PSOE. En este tema, como en otros, existe una infinita distancia entre los votantes que defienden el español y las élites de los partidos que lo sitian y persiguen.

Se dice, y mucho, que el español goza de buena salud. Efectivamente, como indica el Instituto Cervantes, es, con casi quinientos millones de hablantes, la segunda lengua materna del planeta, y la tercera en número total de hablantes. Es un patrimonio incalculable, también en el plano económico. Pero, como recientemente ha puesto de manifiesto la Fundación Disenso en su informe sobre el español en el actual Estado de las Autonomías, dentro de España se está atacando impíamente, como diría Unamuno en las Cortes, a una lengua universal. Esta paradoja española, que lleva a la carcajada a los enemigos de España, se está plasmando estos días en el penoso caso de la familia de Canet de Mar, pero, en honor a la verdad, lleva años, por desgracia, afectando a muchas familias en diferentes puntos de España.

Cuando los separatistas y filonacionalistas impiden la educación en español, multan por rotular en español o no permiten la comunicación en español, lo hacen por odio a España. Por eso, conviene tener presente que en la defensa del español se juega el futuro de la nación. 

Defender el español es defender la soberanía nacional. El español es la lengua primordial de la nación española porque así lo dictaminaron la historia y el pueblo soberano. Es, en consecuencia, la lengua de los derechos en España, consustancial al ejercicio de los derechos y deberes de cualquier persona, en cualquier barrio, pueblo o ciudad. Es, por ello, parte esencial para la defensa de la unidad, convivencia y futuro de España. Hemos llegado a una situación en la que una familia no se puede desplazar a vivir a algunas regiones sin ver menoscabada su educación, su promoción profesional e, incluso, su integridad física, por querer aprender o trabajar o vivir en el idioma de la nación española. 

Por último, preservar y cuidar el uso de la lengua común es defender España. Es necesario que, en algo tan sencillo, pero a la vez universal, se aglutine a una inmensa mayoría de personas para el amparo del sentido práctico y común, y, de esa forma, lograr desplazar a los totalitarios que se han adueñado de las instituciones.

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