«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
'AL AMERICANO LE HA QUEDADO CLARO QUE EL SISTEMA ESTÁ AMAÑADO'

La conjura de GameStop y la petición de cárcel para un tuitero ‘trumpista’: así se explica lo que ocurre en EEUU

Ayer se produjeron las dos noticias más significativas de lo que ha pasado y está pasando en Estados Unidos, tan maravillosamente simbólicas que no espero verlas contadas con alguna fiabilidad en ninguno de nuestros grandes medios, aunque explican el fenómeno Trump y la reacción de Biden como pocas.

Un grupo de frikis abiertamente conjurados en Reddit, una red social, hicieron saltar la banca en bolsa y llevar a grandes fondos de inversión -muy especialmente, Melvin Capital- a pérdidas multimillonarias hasta que las autoridades bursátiles mandaron parar.

Hay una serie de grandes chiringuitos financieros que se forran apostando contra el valor de una empresa mediante un procedimiento conocido como ‘shorting’. Básicamente ganan quedándose a préstamo con las acciones de empresas comprometiéndose a su recompra. Pero como están altas cuando la cogen y baratas cuando las recompran, su beneficio es la diferencia, y todo sin haber puesto un duro.

El problema, claro, es que las acciones suban, pero ellos se ocupan de que eso sea muy remotamente probable, con la inapreciable ayuda del sistema. Al ser grandes actores de prestigio, basta que se conozca la operación para que los jugadores se deshagan de los títulos que poseen como si quemaran, provocando la caída del valor en una profecía autocumplida. Para amarrar, salen en los espacios oportunos que les brindan grandes cadenas como CNBC poniendo a la empresa en cuestión como no digan dueñas. Es como cazar patos en una habitación cerrada con un AK-47.

En el caso que nos ocupa, la empresa elegida para morir era GameStop, una red de tiendas físicas de videojuegos. Era una bicoca, marcada para morir: los confinamientos y restricciones de la pandemia, la competencia imbatible de gigantes como Amazon, que te lo llevan a casa y el acceso cada vez mayor de descargas de juegos online hacían de GameStop una presa fácil.

Pero entonces un grupo de nerds de un canal financiero de Reddit se dijeron que ya está bien de que siempre ganen los mismos, y quizá por un extraño apego nostálgico con la firma se pusieron de acuerdo para arruinarles el juego a los grandes.

Fue épico. Los grandes recurrieron a todo tipo de juego sucio para romper la maniobra de esta legión de mindundis comprometidos a mantener la acción contra viento y marea, pero no hubo nada que hacer: la acción de GameStop ha subido en semanas hasta niveles absolutamente ridículos, provocando pérdidas multimillonarias a Melvin y a otros ‘hedge funds’. Ojalá pudiera hacer la glosa de esta Ilíada bursátil, pero me faltan tanto el talento poético como el conocimiento financiero, así que lo dejaré en lo que importa, la conclusión.

Y la conclusión es que el mercado actuó oficialmente contra esta operación, los medios especializados llamaron a los numantinos bursátiles “racistas”, Wall Street proporcionó una inyección de capital en Melvin y se anunciaron medidas para que ‘nunca mais’. Es decir, que si eres grande puedes dedicarte a forrarte buscando la ruina a una empresa sin poner un dólar, llevándola a la quiebra u obligándola a despidos en masa y cierre de unidades, pero si intentas jugar a la contra siendo un donnadie, la poli financiera va a gritar “¡escándalo, aquí se juega!” y te va a quitar las fichas. El sistema está trucado.

La segunda noticia es la detención de un periodista que hace cinco años, bajo el ‘nom de guerre’ de Ricky Vaughn, se convirtió en leyenda en las Guerras Meméticas que dieron la victoria a Trump.

¿Recuerdan? Todos los grandes medios, todos, iban contra Trump con inaudita ferocidad. Era un payaso fascista sin la menor posibilidad de ganar la candidatura republicana, primero, y mucho menos las elecciones con la ‘elegida del destino’, Hillary Clinton. Así que Trump renunció a las tácticas convencionales y se lanzó a la guerra de guerrillas en las redes sociales, contando con un ejército de voluntarios que conocían el terreno al dedillo. Y uno de los más hábiles y renombrados era este Ricky Vaughn, la Pimpinela Escarlata del trumpismo de primera hora.

Recuerdo bien a Ricky. Estaba en todas partes, tuiteaba al ritmo de una ametralladora, tenía la mejor información y desplegaba los mejores memes, como bombas de racimo.

Y por eso ha sido detenido en Florida, acusado de ‘interferir en las elecciones’ y de robar a los americanos su ‘derecho al voto’. Piden para él, atentos, diez años de cárcel.

El tuit más incriminador es una de las típicas bromas de Vaughn: un ‘anuncio’ supuestamente dirigido a los votantes de Hillary para que ejercieran su voto en línea, con un mensaje de texto, sin tener que molestarse en ir al colegio electoral.

Era una broma evidente, tanto que la ‘cómica’ demócrata Kristina Wong tuiteó exactamente lo mismo en dirección opuesta. Aparecía con gorra MAGA y rodeada de banderas para asegurar a los trumpistas que el voto por mensaje de texto era legal. Vaughn era sobradamente conocido como operativo trumpista, y dudo que un solo demócrata le siguiera en Twitter, mucho menos que creyera tan obvia tomadura de pelo.

Por otra parte, los enemigos de Trump, empezando por la propia Administración, que manda narices, estaban espiando las conversaciones del entonces candidato republicano y de los miembros de su campaña, e incluso montaron con el FBI y Dios sabe cuántas agencias una conjura con Rusia que quedó, tras una interminable y costosísima investigación, en las proverbiales aguas de borrajas.

Y esto es lo que explica a Trump, lo que hay que saber para entender lo que toda la prensa, nacional e internacional pretende, que es del todo inexplicable: que los de abajo se dieron cuenta de que el sistema en el que siempre habían confiado por encima de sus lealtades políticas estaba trucado en su contra. ¿Se acuerdan de la crisis de las ‘subprime’? Apuesto a que sí, porque hundió la economía mundial. Pues bien, solo pagó uno de los grandes que la habían provocado, Lehman Brothers. Los demás fueron urgentemente rescatados por el Gobierno con el dinero de los americanos, mientras sus directivos seguían cobrando escandalosos ‘bonus’.

Ahora, el estadounidense medio es anticomunista. No tiene nada que objetar al libre mercado, al contrario, y al ver a un millonario no tiene la reacción refleja del europeo de desear verlo ahorcado de una farola, sino que piensa que, si tiene suerte y se esfuerza y produce riqueza para el sistema, él mismo podría llegar a ser uno de ellos.

Lo de las ‘subprime’ acabó en buena medida con esa ilusión. En el libre mercado tienen sentido todos esos beneficios espectaculares e incluso esas compensaciones astronómicas porque significan que la empresa está creando riqueza y arriesgando, y que en el mismo contrato está que, si les va mal, se chapa la empresa y aquí paz y después, gloria. En el momento en que se dice que determinados chiringuitos son ‘too big to fail’, demasiado grandes para quebrar, y les inyectas dinero cuando las cosas vienen mal dadas, el sistema revela que es una ruleta trucada en la que la banca siempre gana. ¿Fraude electoral? ¿Y por qué no, si hacen trampas continuamente?

Con las dos noticias de ayer, al americano le ha quedado claro que el sistema está amañado para que los grandes siempre ganen y los pardillos, el vulgo, pierda siempre. Trump fue su oportunidad, la rebelión de las masas. No logró cambiar nada de forma permanente, pero durante cuatro años pudieron ver rabiar a los dueños del balón, y eso no va a olvidarse. El que venga detrás de Trump habrá aprendido la lección.

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