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Reinvida al imperio azteca, que fue repudiado por otros pueblos indígenas debido a su carácter sanguinario

López Obrador promueve el supremacismo indigenista y el rechazo a la hispanidad

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Hace justo un año, el 12 de octubre de 2020, el presidente socialista mexicano Andrés Manuel López Obrador dijo que al año siguiente, en 2021, España tendría que disculparse con los pueblos indígenas por los 500 años que se cumplen de la Conquista. Ha pasado ya ese año y por supuesto España no se ha disculpado, ni se disculpará.

Mientras a López se le olvida que él mismo es nieto de un español nacido en Cantabria, la gente de Vox en el Congreso de los diputados planteó ayer en Madrid que como parte de los festejos y conmemoraciones por los 500 años de la hispanidad, se obligue a México a homenajear a Hernán Cortés y se le dé un sano mantenimiento a su tumba, ubicada en la Ciudad de México.

Tiene razón Vox en que el 500 aniversario de la Conquista no debería pasar desapercibido, entre otras cosas porque “la Monarquía Hispánica sacó a los pueblos precolombinos de la antropofagia, la esclavitud, los sacrificios humanos y la prehistoria tecnológica”.

El presidente mexicano ha seguido los pasos de Hugo Chávez, quien cambió el día de la raza, o de la hispanidad, por el día de la resistencia indígena, argumentando que era un supuesto “genocida”.

El Senado de México, donde Morena -el partido de López- tiene mayoría, aprobó en noviembre de 2020 que en adelante cada el 12 de octubre se celebre ya no el día de la hispanidad o “día de la raza”, sino el “Día de la Nación Pluricultural” para reconocer “la riqueza multicultural, pluriétnica y multilingüe que caracteriza a México”.

Los ataques a la hispanidad fueron arreciando por parte del gobierno mexicano, conforme se fue acercando el 500 aniversario de la Conquista.

Hace unos días, el 22 de septiembre de 2021, López Obrador lamentó que los españoles trajeron la viruela a México. Dijo que a la llegada de los españoles había 16 millones de habitantes, y tres siglos después, había ya sólo 8 millones.

También se quejó este mandatario socialista de que supuestamente no fueron capaces los españoles de crear una vacuna en los 3 siglos de su permanencia en México. “¿Entonces dónde está el adelanto?”, se preguntó.

Sin embargo, López habla de la viruela traída por los españoles como si esto hubiera sido a propósito, como si se hubiera planeado una suerte de “guerra biológica”.

Cabe destacar que en México la Conquista no fue sinónimo de exterminio, sino de evangelización, pese a los indudables abusos que se registraron. Prueba de que no hubo genocidios -como sí sucedió en el norte del continente bajo el dominio inglés- es que, de acuerdo con el World Fact Book, en este país hay un 90 % de mestizos.

El 10 de octubre de 2020 los diarios mexicanos daban cuenta de cómo el gobierno de la capital, también de izquierdas, ordenó retirar el monumento a Cristóbal Colón ante las exigencias de grupos que promueven el supremacismo indigenista, y que son discriminatorios con respecto a todo lo hispano.

Claudia Sheinbaum, la Jefa de Gobierno y fiel alfil de López Obrador, retiró la estatua de Cristóbal Colón en Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México. No se limitó y dio su particular opinión, revisionista, sobre el tema en aquel momento:

«A lo mejor valdría ahora que se está restaurando una reflexión colectiva de qué representa, sobre todo hacia el próximo año, que son los 700 años de la fundación lunar de Tecnochititlán, los 500 años de la conquista, los 200 años del México independiente. Debe ser revisada la visión que se inculca en las escuelas sobre el descubrimiento de América”, dijo.

Hoy, a un año del retiro de esa estatua de Colón, queda claro que la intención no era ninguna restauración de la misma, sino sustituirla por una cabeza supuestamente con rasgos indígenas, como “reconocimiento” a la mujer indígena.

Pero no faltaron activistas indigenistas que criticaron que un hombre no indígena fuera el escultor de una cabeza de indígena, y que ésta llevara un nombre en náhuatl y no es el idioma mixe-zoqueano, ya que se inspira en la Cabeza Olmeca.

López Obrador, en su narrativa anti-hispánica tampoco recuerda, por ejemplo, el profundo significado de la llamada Controversia de Valladolid, en la que personajes como Juan Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de las Casas expusieron sus argumentos ante autoridades eclesiásticas, en relación de reconocer los derechos naturales de los indígenas.

El evento sentó un claro antecedente de los derechos humanos. La Corona se preocupaba por reconocer los derechos de los indígenas a la vida, a la educación, a la vivienda, a sus tierras. Las leyes españolas protegían a los indígenas, como lo ha expuesto ampliamente la obra de la historiadora María Elvira Roca Varela.

La esclavitud estaba prohibida y los reyes católicos recibieron la misión del Papa de evangelizar los nuevos territorios.

En tanto, López Obrador sigue usando todos los días como logotipo de su gobierno un dios azteca, el Quetzalcóatl, que por supuesto no puede representar la vastedad de más de 50 etnias indígenas que hay en México, y que sólo puede ser interpretado como una narrativa que apoya el supremacismo azteca, el pueblo cuyos sangrientos gobernantes eran repudiados por muchos pueblos cercanos que sufrieron su dominio.

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