Reivindican la vuelta del bipartidismo escondiendo sus siglas. Algún motivo, desde luego, deben tener pero no lo explican. PP y PSOE -aunque el segundo lo diga con la boca pequeña o con la de periodistas amigos- llevan tiempo buscándose, no tanto por amor mutuo sino para liquidar a la disidencia, enemigo común (y no el separatismo) que amenaza las prebendas del régimen. Esta deriva se aprecia, sobre todo, en sus tentáculos mediáticos, dedicados a tiempo completo a resucitar el viejo turnismo. Son miguitas que alguien deja en el camino del español medio con encuestas triunfalistas y medios de comunicación, sindicatos y hasta la patronal remando en la misma dirección.
El problema para todos ellos es que España ha cambiado por más que lo nieguen. Lo hacen quienes siguen empeñados -como si fueran el hijo de la ferviente comunista de Good bye Lenin! a la que engaña cuando despierta del coma haciéndole creer que el Muro de Berlín no ha caído- en convencer a los españoles de que viven en una arcadia feliz gracias al bipartidismo. A menudo se confunden los intereses propios (las subvenciones públicas a partidos, sindicatos, patronal y medios) con los del resto de españoles.
De esta manera cada semana nos encontramos encuestas que apuntalan el statu quo inflando las opciones de PP y PSOE. A un mes de las elecciones en Andalucía los Tezanos y Michavilas están echando el resto. El único sondeo que GAD3 ha publicado sobre estas autonómicas revela que el PP estaría rozando la mayoría absoluta con 51 escaños (38,2 por ciento del voto), el PSOE obtendría 34 (27,6 por ciento) y VOX 17 (14 por ciento). Por su parte, la última encuesta del CIS asegura que el 90 por ciento de los españoles reclama pactos de Estado. ¿No es una maravillosa coincidencia?
Naturalmente los medios también juegan. Hace unos días la COPE mostraba sus cartas anunciando dos debates electorales con los candidatos a presidir la Junta de Andalucía de PP, PSOE, VOX y CS. La trampa está en que la emisora de la Conferencia Episcopal quiere evitar que Moreno Bonilla se enfrente a Macarena Olona organizando un primer duelo entre los líderes socialista y popular, y un segundo entre Ciudadanos y VOX. Esto lleva a una reflexión: si en la COPE se creyesen de verdad las encuestas que difunden los sociólogos de confianza del PP con Juanma Moreno al borde de la mayoría absoluta, no censurarían a Olona en un debate abierto. Este barrer para casa también se ve en la televisión pública, ahora en manos del PP, con Canal Sur cubriendo la agenda de Juan Marín cual jefe de Estado, y sin confirmar todavía si organizará, como en 2018, un debate televisado con todas las fuerzas políticas del parlamento andaluz.
Mientras se dirime la batalla al sur de Despeñaperros, en Madrid se diseña la guerra total. “Las autonomías son Estado”, dice Feijóo. Pero a Feijóo, es de justicia reconocerlo, no cabe acusación de estar haciéndose el gallego. De momento habla con claridad: prefiere al PSOE y cada vez que se refiere a VOX lo hace para remarcar sus diferencias. Así lo hizo ante la élite empresarial catalana en el Círculo de Economía hace una semana: “VOX es una escisión del centroderecha de España, a quien más perjudica es al centroderecha. ¿Molesta? Sí. Nos diferencian varias cosas: somos un partido europeísta, un partido autonomista y un partido de gestores de lo público. VOX no lo tiene claro en sus políticas europeas, no cree en el Título VIII de la Constitución y no ha gestionado nada”.
La paradoja en la que ha vivido el PP estos años acabará pronto, pues despreciar a quien te hace presidente en Castilla y León, Andalucía, Murcia y Madrid mientras se otorga mayor legitimidad a quien mete a los enemigos España en la dirección del Estado, no tiene mucho recorrido. Feijóo tiende al PSOE la misma mano que Sánchez desdeña en cada sesión de control: “Nos hubiese gustado que los dos principales partidos políticos nos hubiésemos puesto de acuerdo para acordar soluciones conjuntas para sacar a nuestro país de la crisis. No ha sido posible. No por nosotros, les aseguro que lo hemos intentando y lo vamos a seguir intentando”, anunció el gallego en Barcelona.
Claro que el día que llegue ese pacto (antes el reparto de jueces) el flamante líder popular tendrá que explicar a su electorado los beneficios de resucitar a quien indulta a los golpistas catalanes (con la bendición de la CEOE y la Conferencia Episcopal), mete a Podemos en el consejo de ministros, gobierna con ERC y Bildu, excarcela a terroristas de ETA, degrada todas las instituciones del Estado (la última, el CNI), suplanta al Rey en la política exterior, pone en riesgo la integridad de Ceuta, Melilla y Canarias y bate récords en el precio de la luz, la gasolina y la llegada de inmigrantes ilegales.
Esta ruina, sin embargo, es tapada en gran parte por la prensa que nos distrae comprando debates estériles como la baja laboral por menstruación. En la medida en que no se habla de los problemas reales, se dulcifica la ruina propiciada por el PSOE que (¡agárrense a la silla!) será parte de la solución.
Naturalmente la ecuación la completa Bruselas, prueba del algodón y perejil de todas las salsas. El Parlamento Europeo es testigo de que los partidos europeos de centro-derecha y centro-izquierda van de la mano en cuestiones fundamentales. En la vigente legislatura PP y PSOE han votado juntos el 70% de las veces.
Pero esta interminable pescadilla que se muerde la cola alcanzará el clímax no ahora en las andaluzas, sino justo antes de las generales, especialmente si Sánchez no se presenta. Entonces aparecerán los entusiastas del bipartidismo que dejarán en evidencia las costuras del sistema: la Sexta y Antena 3, el ABC y El País, la SER y la COPE, Cuatro y Telecinco, Ferreras e Inda, Ángeles Barceló y Carlos Herrera, el padre Ángel y Jorge Javier… todos ellos avalarán el gran acuerdo destinado a liquidar la disidencia, enemigo común que amenaza el tinglado que nos hemos dado.