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DeSantis se ha convertido en la Gran Esperanza Blanca

¿Trump-DeSantis 2024? El expresidente sugiere que podría presentarse con el gobernador de Florida

Donald Trump y DeSantis. Europa Press

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, está que lo tira últimamente. Ha decretado el fin de todas las restricciones contra la pandemia en su estado, ha prohibido por ley la inclusión de la Teoría Racial Crítica en los planes de estudio y ha vetado la ‘pasaportes de vacunación’. Y la guinda: en entrevista con Maria Bartiromo, en Fox, Donald Trump ha sugerido para incluirlo en su tándem electoral de 2024 como candidato a la vicepresidencia.

Es lo que se llama ahora un líder ‘basado’, que viene a ser como el antónimo exacto del ‘woke’. Pero ‘basado’ no hace solo referencia a las ideas que uno defiende, sino también al modo de defenderlas, sin la menor concesión a los tabúes decretados por el pensamiento dominante y, si me apuran, con un desparpajo que bordea la chulería.

La pandemia y el resultado electoral de este año han hecho de DeSantis el hombre del momento. Con Trump fuera del poder, el gobernador del estado clave de Florida se ha convertido en la Gran Esperanza Blanca (sin retintín) del trumpismo. Es relativamente joven, vuelve locos a los medios del régimen, se viste por los pies, predica la libertad y se opone frontal y vocalmente a la Administración Biden: ¿qué más se puede desear?

El suyo es uno de esos estados que, siguiendo la estela de Texas, empezó de los primeros a acabar con las restricciones contra la pandemia de coronavirus, provocando un coro de ataques mediáticos y políticos que anunciaban la inminente apocalipsis vírica para el estado, algo que, no hay que decirlo, nunca llegó. Ahora ha dado un paso más, acabando con todas las restricciones, mientras declaraba que “ya no estamos en un estado de emergencia”. Ya antes, a mediados de abril, había declarado que los confinamientos habían sido “un enorme error” para todo el país.

También en abril, presentó una ley que endurece las medidas contra los disturbios callejeros, esos que fueron determinantes en los últimos días del mandato de Trump y que sumieron a decenas de ciudades norteamericanas en la destrucción, el pillaje y la violencia.

Luego endureció los criterios de participación electoral, reduciendo las condiciones para aceptar el voto por correo, requiriendo nuevos controles de verificación, algo que pudo haber salvado la candidatura de Trump en sus momento.

Y, para acabar de ganar amigos en las filas progresistas, ha prohibido que se enseñe en los planes de estudio de Florida la Teoría Racial Crítica, punta de lanza del régimen ideológico que se está imponiendo en Estados Unidos, nacido en las universidades de prestigio, adoptado con entusiasmo por las grandes empresas, difundido por los medios y convertido en línea oficial por el nuevo gobierno. DeSantis ha calificado a esta excusa intelectual para dividir a los norteamericanos y enfrentar a las razas como “una versión racial del marxismo” y ha asegurado que en Florida “no habrá racismo sancionado por el Estado”.

Así que a nadie ha extrañado que Trump, hablando de su futura plataforma para las presidenciales de 2024, haya mencionado la posibilidad de presentarse a las elecciones llevando a DeSantis como compañero de tándem.

Pero cada vez son más los trumpistas que se preguntan si no sería mejor ir un paso más allá y respaldar la candidatura a la presidencia del propio DeSantis. Tiene sentido. Trump, indudable pionero del nuevo clima de opinión contra la creciente amenaza globalista y políticamente correcta, está bastante mayor, y lo estará aún más en 2024. Por otra parte, aunque su presidencia puede considerarse globalmente como un triunfo, especialmente en lo económico, en la última parte tomó decisiones, hizo nombramientos y aventuró declaraciones que se alejaban mucho de la plataforma que le había dado la victoria. Fue un encomiable intento, pero no es exagerado decir que, al final, tuvo que ceder más de lo que esperaban sus partidarios.

Quizá el destino natural de Trump fuera convertirse en una especie de “hacedor de reyes”, ahora que se ha hecho con el Partido Republicano. Pero dejando paso a sangre nueva que, como demuestra DeSantis, ha aprendido perfectamente la lección.

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