«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Al margen de la actualidad política

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La próxima guerra será tecnológica. Es ya, quizá. No ganará quien desarrolle la mejor estrategia militar, sino quien juegue mejor las cartas de la innovación y tenga más éxito, o más popularidad, en la jerga de las nuevas iniciativas digitales. John Mac Ghlionn lo ha visto claro: «No se trata solo de TikTok y ByteDance. Las empresas tecnológicas chinas como Alibaba y Baidu son una gran amenaza para la seguridad nacional de EE. UU.». Y en realidad para todo Occidente.

«Para ser claros», añade el autor, «Alibaba está muy en el negocio de ayudar al PCCh. El año pasado, la compañía estableció un comité corporativo de CCP. En la oficina central de la compañía en Beijing, el 30 por ciento de los empleados son miembros del PCCh». «A diferencia de las guerras anteriores», explica, «la próxima no se decidirá con botas en tierra o aviones bombarderos en el cielo. Se decidirá por la tecnología, los avances en inteligencia artificial, la computación cuántica, las infracciones cibernéticas, la recopilación de datos, etc. Estas son áreas en las que China sobresale. Estados Unidos debe despertar antes de que sea demasiado tarde».

Es posible que todavía haya esperanza a la hora de recuperar los espacios de libertad perdidos en el ámbito digital

No todas las empresas tecnológicas engrosan la lista de compañías en las que no puedes confiar. Twitter está en proceso de reconstrucción hacia algo más parecido a la sociedad. Y de la mano de Elon Musk, más allá de todos sus críticos, la libertad comienza a asomar. Según recoge The Daily Caller, una encuesta masiva ha animado al nuevo dueño a preparar para la próxima semana una amnistía masiva sobre un montón de cuentas canceladas. «Más de 3,1 millones de personas votaron en la encuesta que Musk publicó el miércoles, y el 72,4% votó a favor de la ‘amnistía general’ para las cuentas que no ‘violaron la ley ni se involucraron en spam atroz’. El CEO de Tesla restableció la cuenta del expresidente Donald Trump el sábado, luego de una encuesta similar en la que el 51,8% de los usuarios votó a favor del restablecimiento de Trump». Es posible que todavía haya esperanza a la hora de recuperar los espacios de libertad perdidos en el ámbito digital. Para batallar en tecnología con los enemigos de la libertad, los comunistas chinos, más allá de la batalla tecnológica, primero sería muy útil ganar la guerra ideológica. Musk no va por mal camino.

Es cierto que el cosmos tecnológico se basa en la innovación y en la audacia, pero quizá en estos días tan digitales echamos en falta a quienes promueven una formación en asuntos no perecederos, en las materias que realmente nos van a acompañar toda la vida, pase lo que pase a nuestro alrededor. Por eso resulta sugerente el ensayo de Mary Frances Myler en The American Conservative, sobre la importancia de estudiar «las cosas permanentes». Todo en su ensayo merece ser enmarcado, impreso, distribuido y reflexionado: «Enfocadas en producir consultores estelares y futuros abogados, las universidades dedican poca atención a la verdadera educación, que es menos la acumulación de conocimiento y más el arte de buscar la verdad y comprender la condición humana». La autora no es una teórica, sino que aprovecha su juventud para relatar una experiencia aún cercana con el ámbito universitario: «Fue embriagador leer los libros que han dado forma a la civilización occidental y darme cuenta de la inmensa libertad que se encuentra al estudiar un canon, en lugar de seguir ciegamente mis intereses personales». «Bajo la influencia de los grandes libros y autores eliminados de las clases básicas que alguna vez fueron obligatorias, comencé a llenar los vacíos en mi educación», concluye.

Quizá en estos días tan digitales echamos en falta a quienes promueven una formación en asuntos no perecederos

En estos días, tal vez alejándose del frenético ritmo de la actualidad política, la prensa americana se inunda de columnas sobre la celebración de Acción de Gracias. Resulta muy sugerente leer a un veterano como R. Emmet Tyrrel, Jr, editor de The American Spectator, explicando la imperiosa necesidad de conservar, de preservar, el valor de las fiestas familiares, ajenas a toda contienda ideológica: «Ahora, por supuesto, la viruela del partidismo político amenaza esta gran fiesta. Me han dicho que los demócratas y los republicanos traen sus manías favoritas a la mesa de Acción de Gracias. Todo el mundo cree que es capaz de ser un Tucker Carlson o un Greg Gutfeld. No pueden resistirse a criticar mutuamente la grandeza de Joe Biden o la grandeza de Donald Trump o de Ron DeSantis. Yo digo que dejemos la política por un día o dos. Es posible que incluso desee dejarlo ir hasta Navidad. Es posible que descubra que la vida puede ser más placentera sin la política en una reunión familiar. La gente dice que el partidismo ha ido demasiado lejos. Estoy de acuerdo. Este año, defiéndete. ¡Sin política en la cena!».

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