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CRÓNICAS DEL ATLÁNTICO NORTE

Estados Unidos, a pesar de todo

Donald Trump y Joe Biden. Europa Press

Si quieres saber qué conclusiones nos ha dejado el Super Martes sólo tienes que echar un vistazo a los discursos de Biden y Trump. El primero emitió un comunicado en el que se refirió hasta en cuatro ocasiones a «Donald Trump». El segundo ni siquiera pronunció el nombre de su competidora Haley. «Trump fue el único candidato importante que hizo campaña el martes por la noche», escribe Bradley Devlin en The American Conservative, «Trump pronunció un discurso improvisado pero bastante reservado desde Mar-a-Lago. El expresidente pasó por alto a Haley (sin mencionarla ni una sola vez) y miró a la revancha de las elecciones generales». Pero las cosas han cambiado por completo desde la última vez que compitieron por la Casa Blanca. «Biden ya no es un anciano frágil que busca evitar un nuevo virus», concluye el autor, «es un anciano frágil que supuestamente es el líder del mundo libre y busca otros cuatro años en el cargo». 

De hecho, todo es campaña ya en Biden. El pasado jueves en su discurso del estado de la Unión, el presidente olvidó el estado y la unión, y realizó un combativo ejercicio de ataques a la oposición. Sin embargo, los ataques a Trump no fueron lo peor de su perorata, sino que quizá por estar en campaña permanente, empleó el recurso a la mentira casi con tanta soltura como nuestro Sánchez. Shawn Fleetwood, de The Federalist, se ha tomado la molestia de contar las trolas de Biden durante el discurso, ascendiendo a la nada desdeñable cifra de treinta. 

«Se sabe que el presidente Biden ha dicho algunas mentiras bastante escandalosas a lo largo de su carrera política. Por lo tanto, no fue una sorpresa que el viejo Sleepy Joe soltara más de unas cuantas mentiras durante su discurso sobre el Estado de la Unión el jueves. Desde la política exterior hasta la economía, casi no hubo tema en el que el presidente no mintiera al pueblo estadounidense», escribe Fleetwood. En su lista menciona desde la tasa de inflación  hasta los impuestos que pagan los millonarios, pasando por una extraña alusión a cómo las vacunas del covid «ahora se utilizan para ayudar a vencer el cáncer», amén de presumir de haber creado 15 millones de empleos; «Biden combinó los empleos recuperados después de los cierres de Covid con los nuevos empleos reales creados», matiza el autor.

Por su parte, Dan Mclaughlin afirma en National Review que Biden «describió un mundo que no existe». «Este fue un discurso de campaña intenso con múltiples referencias a Donald Trump (aunque nunca por su nombre) y que casi no contenía propuestas políticas con alguna esperanza de ser promulgadas por el Congreso o implementadas por el ejecutivo antes del día de las elecciones. Aún así, no sería un discurso de Biden sin distorsiones de la verdad», señaló mencionando otros ejemplos de falsedades vertidas por el presidente. «Debe ser reconfortante para Biden», concluye, «en sus últimos años, imaginar un mundo distinto de aquel en el que se tambalea políticamente. Pero el resto de nosotros no vivimos en ese mundo».

Joel Kotkin en Spiked pone un poco de calma en la contienda de campaña americana, asegurando, con cierta vocación provocadora, que «mientras China lucha y la UE se estanca, Estados Unidos sigue prosperando, incluso a pesar de sus terribles líderes». «América del Norte puede verse afectada por algunos de los liderazgos políticos más pobres del mundo. Sin embargo, parece destinado a seguir siendo el lugar más rico y dominante de la Tierra», señala, «Esto puede resultar una sorpresa para muchos. Después de todo, generaciones de expertos han insistido en que el futuro se forjará en otros lugares: Europa para algunos, Japón para otros y, más recientemente, China. Pero ninguno tiene los recursos, la población dinámica y la perspicacia innovadora de los norteamericanos». El autor, que deja al margen de la prosperidad a la clase política americana y canadiense, asegura que la clave está en «recursos económicos, dominio tecnológico y vitalidad demográfica». A propósito de la energía, por ejemplo, escribe: «Mientras tanto, Europa parece inclinarse hacia un ‘suicidio energético’, gracias a la prisa impulsada por el combustible verde por cerrar reactores nucleares, plantas de gas natural y centrales eléctricas de carbón. Esto ha llevado los precios de la energía a niveles sin precedentes. En cambio, Estados Unidos se ha visto enormemente fortalecido por la creciente demanda de combustibles fósiles».

Y por último un recordatorio sobre las libertades en Occidente: «En la lucha contra los estados autoritarios, solo América del Norte tiene los recursos y el peso para liderar una resistencia democrática». «Odiar a Estados Unidos puede que todavía esté de moda», concluye, «especialmente en Europa. Pero también es fundamentalmente miope, a menos que uno quiera ponerse del lado de la Rusia de Putin, el Partido Comunista Chino o los fanáticos islamistas de Medio Oriente».

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