Los americanos todavĆa pueden sacar a pasear la bandera para celebrar su dĆa grande. En realidad, la sacan en cualquier momento. La bandera. Es algo que aquĆ no podemos hacer. O sĆ podemos, pero ya sabes, el primero en arrugar la nariz serĆa el presidente del Gobierno. Y mĆ”s de la mitad del Consejo de Ministros la considera bandera enemiga o red flag de fascismo. Pronto volverĆ”n los tiempos en que la bandera aglutine a todos. O mĆ”s bien, los tiempos en que la izquierda comprenda que bajo la bandera espaƱola cabemos todos, o al menos, todos los que aceptamos la Constitución, condición que deja fuera de su cobijo de nuevo a buena parte del Gobierno y a la totalidad de sus socios.
Los americanos todavĆa pueden sacar a pasear la bandera para celebrar su dĆa grande. En realidad, la sacan en cualquier momento. La bandera. Es algo que aquĆ no podemos hacer. O sĆ podemos, pero ya sabes, el primero en arrugar la nariz serĆa el presidente del Gobierno
Como es costumbre, la prensa americana ha dedicado esta semana numerosos artĆculos a festejar, un aƱo mĆ”s, el 4 de julio. National Review hace balance: āBajo su caparazón [el de la Constitución], Estados Unidos se ha convertido en la nación mĆ”s libre, mĆ”s innovadora y mĆ”s próspera que el mundo jamĆ”s haya visto. Estados Unidos domina la cultura mundial, sigue siendo el destino mĆ”s popular para los inmigrantes y disfruta de una superioridad militar sin igualā. Tal vez no resulte familiar esta denuncia que realizan los editorialistas de la revista: āNo le corresponde a un pueblo libre ignorar las partes feas de su historia, pretender que lo que es destructivo es virtuoso, o permitirse un irreflexivo optimismo panglossiano sobre el paĆs en el que vive. Pero hay crĆtica y luego estĆ” el nihilismo, y los revisionistas mĆ”s prominentes de Estados Unidos a menudo se han desviado peligrosamente hacia el Ćŗltimo cursoā. Tal vez se trate solo de algo que tambiĆ©n lo espaƱoles necesitamos, cada vez mĆ”s: mirar con cariƱo hacia lo nuestro.
MĆ”s de la mitad del Consejo de Ministros considera la bandera de EspaƱa enemiga o red flag de fascismo. Pronto volverĆ”n (…) los tiempos en que la izquierda comprenda que bajo la bandera espaƱola cabemos todos
Por lo demĆ”s, las celebraciones del 4 de julio se vieron empaƱadas por un nuevo tiroteo masivo. Los editores de National Review vuelven a abordar el tema con sentido comĆŗn, explicando que las particularidades de Estados Unidos hacen casi imposible detectar y prevenir este tipo de atentados, por otra parte bastante raros, incluso aunque se modificasen numerosas leyes. Entre otros asuntos, la revista seƱala un hecho cientĆfico: la información excesiva sobre el protagonista de cada tiroteo anima a otros a hacerlo. āEste es un paĆs libre, y sus medios deben ser libres para actuar como les parezcaā, pero tal vez es buen momento para reflexionar si es adecuado que āel martes por la tarde, todos los principales medios de prensa de los Estados Unidosā siguieran āobsesionados con el tirador. En nuestra cultura ebria de fama, esta indulgencia puede ser perjudicial. Un poco menos de eso serĆa bienvenidoā.
El Nuevo Catecismo Progresista no es solo la mofa de algunos columnistas, ni algo superficial y accidental, sino una peligrosa deriva donde lo teológico y lo polĆtico se entremezclan de la forma mĆ”s daƱina
Cambiando de tercio, The Federalist aborda con valentĆa un asunto candente que no ocupa demasiado tiempo a los polĆticos; ninguno, quizĆ”. Se trata de la epidemia de hijos huĆ©rfanos de padre que, segĆŗn reza el titular, āestĆ” desmoronando nuestra sociedadā. Un informe de Brad Wilcox y el IFS concluye que āel porcentaje de niƱos que viven en hogares sin un padre biológico casi se ha duplicado desde 1960, del 17 al 32%ā: 12 millones de niƱos en Estados Unidos crecen sin su padre. El informe seƱala que ālos niƱos con padre ausente tienen menos probabilidades de graduarse de la universidad, mĆ”s probabilidades de permanecer inactivos a los 20 aƱos y mĆ”s probabilidades de ir a la cĆ”rcelā. Por supuesto, los nuevos censores progresistas de la biologĆa y la ciencia descartarĆ”n este estudio y cualquier otro que no encaje en sus prejuicios, pero lo cierto es que, por mĆ”s que puedan malear lo puramente cientĆfico, es casi imposible que logren derrotar aquellas cosas que aĆŗn nos dicta el sentido comĆŗn. Y, por Ćŗltimo, una reseƱa de una obra de Michael Rosen en The American Conservative, que termina siendo un ensayo filosófico de calado que invita a reflexionar sobre las tesis de la secularización, una de las cuales apunta a āla traducción superficial de los conceptos teológicos tradicionales al lenguaje polĆtico modernoā. āNo es difĆcilā, seƱala, discernir los contornos familiares de la doctrina del pecado original que se encuentra en el corazón de las polĆticas de identidad de hoy, ni cómo la prĆ”ctica de la herejĆa puede hacer que uno sea excomulgado de las redes socialesā. Al final, el Nuevo Catecismo Progresista no es solo la mofa de algunos columnistas, ni algo superficial y accidental, sino una peligrosa deriva donde lo teológico y lo polĆtico se entremezclan de la forma mĆ”s daƱina.