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La lucha se convierte en una película de terror'

Desolación en Venezuela ante el caos por el acceso a las vacunas

El tirano venezolano, Nicolás Maduro. Europa Press

La lucha por el acceso a las vacunas contra el Covid-19 en Venezuela se ha convertido en una película de terror; en medio de un escenario en el que el país está atravesando su peor etapa en cuanto a contagios y fallecimientos desde que comenzó la pandemia. Mientras otras naciones del mundo ya han desarrollado de manera exitosa jornadas de vacunación masiva dentro de su población, el país sudamericano aún aguarda desde el banquillo la llegada del primer lote de dosis provenientes del programa COVAX, mediado por la Organización Panamericana de la Salud (OMS). 

Esta modalidad pretende brindar facilidades de acceso a las vacunas a un 20% de la población total de países vulnerables. Una larga disputa entre el tirano Nicolás Maduro y el líder opositor Juan Guaidó por retrasos en los pagos para gozar de los beneficios del programa, han mantenido hasta hace muy poco en suspenso la esperanza de cientos de miles de ciudadanos de inmunizarse frente una terrible pandemia que está carcomiendo a una Venezuela ya de por sí maltrecha desde hace un buen rato.

En marzo pasado Guaidó hizo pública su voluntad de cooperar con los pagos pendientes ante los organismos internacionales que coordinan el programa; pretendiendo destinar para ello hasta 30 millones de dólares que se encuentran en cuentas protegidas en los Estados Unidos. Este dinero forma parte de sumas más grandes de bienes y capitales pertenecientes al Estado venezolano que han sido incautados en la nación norteamericana, para evitar que Maduro y los suyos sigan controlándolos. 

Sin embargo, en aquel momento la iniciativa no prosperó: ante el evidente rédito político que eventualmente podía anotarse Guaidó -siendo él quien abría la puerta para que Venezuela pudiese finalmente entrar de lleno en COVAX- el régimen chavista señaló que no estaba dispuesto a recibir las vacunas del programa, arguyendo que las dosis que serían enviadas al país eran de Astra Zeneca y esto suponía riesgos de efectos secundarios mortales en la población.  

A finales de abril la situación de las vacunas en Venezuela es absolutamente desoladora: de acuerdo a información oficial el país solo ha recibido 250.000 dosis de la rusa “Sputnik V” y 500mil de la llamada “Vero Cell” de la farmacéutica china Sinopharm. Actualmente Venezuela participa además como campo de pruebas de candidatos vacunales que aún no han culminado sus fases experimentales, como las cubanas “Abdalá” y “Soberana 2”, además de la también rusa “EpicVacCorona”. 

Sin embargo, hace un par de semanas el propio Maduro señaló que para el 19 de abril estaría saldada la deuda total con el programa COVAX, cuyo pago ascendía a unos 100 millones de €. De acuerdo a los cálculos del régimen la campaña de vacunación masiva entraría en fase “avanzada” entre mayo, junio o julio. A finales de abril no hay ninguna luz que de momento logre alumbrar el túnel: no se ha dado inicio a ninguna jornada nacional de inmunización en el país. 

La precariedad del sistema de salud venezolano para hacer frente al Coronavirus se expresa en lo más básico: los fallecimientos reportados del personal asistencial de clínicas y hospitales. Hasta marzo de este año, la información oficial indicaba que la tasa de muertes entre médicos y enfermeras del país superaba ampliamente a al menos 15 países de la región latinoamericana. Para ese momento 7 de cada 100 médicos que resultaban contagiados con el virus en Venezuela terminaban falleciendo. Se estima que desde que comenzó la pandemia han muerto al menos unos 400 profesionales de la salud en el país. 

Aunque no existen registros oficiales fidedignos, la Federación Médica Venezolana (FMV) estima que para este momento en Venezuela solo se ha logrado vacunar un misérrimo 0,3% de la población total. Dentro de ese reducido y privilegiado grupo figuran algunos profesionales de la salud, que por sus labores diarias es lógico que ya hayan accedido a las dosis; pero está mayoritariamente compuesto por jefes políticos de la nomenclatura chavista y sus afines, empezando por el propio Maduro.  

Frente a una tragedia de este calibre algunos venezolanos han puesto sus expectativas de vacunación en un escenario aún más desesperado: pedir que los países que tienen excedentes dentro de los inventarios de vacunas que pensaban aplicar a sus poblaciones, donen dichos lotes a otras naciones que están muy retrasadas con los programas mínimos que para esta altura del año ya se deberían estar aplicando en materia de inmunización frente al Covid-19. 

Fundamentalmente la mirada se posa en los Estados Unidos de América. Se estima que para la fecha en los EEUU ya está vacunada al menos el 53% de su población total; y se ha entrado en una etapa de vacunación selectiva, en la que hay ciudadanos que por decisión individual deciden no involucrarse en las campañas de inmunización. Recientemente el propio Joe Biden ha señalado que está dispuesto a compartir con otros países del mundo las dosis que no vayan a utilizarse en su país. Todo apunta a que la primera ronda de vacunas que se donaría sería un lote de unos 60 millones de dosis de la polémica Astra Zeneca.

No hay que ser un matemático para ver que, aunque la intención es buena, los programas de vacunación de decenas de países en la región no pueden realizarse solo esperando los donativos de EEUU, puesto que los inventarios se agotarían rápidamente en medio de la enorme demanda de vacunas que se presenta en este momento. En el caso venezolano existe además la marcada dificultad de que ya antes el régimen Madurista ha dejado claro que no está dispuesto a recibir dosis de Astra Zeneca bajo ningún concepto, prefiriendo dejar a los venezolanos desprovistos de la posibilidad de inmunizarse frente al virus. 

Si es un poco más perspicaz se alcanza a ver que, incluso la inexistencia de un programa de vacunación en Venezuela, se ha podido terminar configurando como un arma utilizada por el chavismo de manera absolutamente deliberada para someter aún más a la población. Un estado de crispación permanente en el que el ciudadano promedio ve el hecho de vacunarse como algo tan lejano y utópico, termina enterrándolo en un pavor constante frente al contagio, y al final sobreviene su desmovilización. 

Un venezolano temeroso, despavorido y encerrado en su casa es un venezolano más fácil de dominar, desde cualquier punto de vista. Y a final de cuentas al chavismo solo le interesa mantenerse en el poder, sin importar los costos.      

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