Hay elementos profundamente desconcertantes en el evento mundial al que llamamos 8M. La reivindicación feminista que atraviesa la primera mitad del siglo pasado era una demanda al sistema. El sufragio femenino, la igualdad de derechos laborales o la equidad de poder sobre los hijos eran algunas de las demandas. Vale decir que, desde la sociedad civil, se demandaba al poder, o al sistema o al statu quo, que reconociera para hombres y mujeres la igualdad ante la ley. Punto. Eso se logró del lado occidental del planeta.
El gran logro de las manifestaciones feministas fue, justamente, que el Estado reconociera que no existen diferencias desde la concepción jurĆdica, entre las personas por la portación de órganos sexuales. Vale decir que las manifestaciones de otrora fueron exitosas y consecuentes con el criterio de que se trataba de un instrumento de protesta y demanda de abajo para arriba, destinado a modificar algo que el poder no reconocĆa. Entonces: ĀæCuĆ”l es el sentido de las manifestaciones del 8M promovidas mundialmente desde los Estados? Porque si ya estĆ”n logrados los derechos otrora demandados ĀæquĆ© cosa son las manifestaciones del 8M?
ĀæCómo entonces los gobiernos pueden imponer polĆticas pĆŗblicas si cualquiera puede ser mujer con sólo desearlo?
Nos encontramos ante eventos sostenidos, publicitados y financiados por los Estados. El mainstream se autocongratula de una fecha cuya petición inicial ya fue ampliamente saldada. Ya no se trata de una expresión de abajo hacia arriba, se trata de un dogma de arriba hacia abajo, destinado a justificar una serie de premisas complejas: que la mujer es mejor que el hombre, que el hombre es naturalmente violento y opresor, que la mujer es mĆ”s dĆ©bil que el hombre y necesita tutela estatal a traves de una agresiva intervención de discriminación positiva, que la condición de mujer o varón es un constructo cultural que debe ser deconstruĆdo, que cualquiera que se perciba mujer tiene derecho a ser tratado como tal y por ende percibir la misma discriminación positiva tutelada por el poder.
Estas afirmaciones, y las contradicciones lógicas que de ellas se derivan, no son un impedimento para que el artefacto ideológico que es el feminismo radical y su axioma ecumĆ©nico: la ideologĆa de gĆ©nero, sigan cosechando poder y dinero y generando todo tipo de directrices.
El 8M es una jornada instrumental y artificial que usa de excusa a la mujer para legitimar una ideologĆa que rompe con lo mĆ”s sagrado del pacto democrĆ”tico: la premisa de que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones ante la ley. Vale decir que lo que las luchas feministas habĆan logrado del lado occidental del planeta, estĆ” siendo corrompido, en nombre de esas luchas, destrozando la base misma de occidente.
El 8M es una jornada guionada y financiada desde el poder, una obra de arte de la ingenierĆa social que ha desvirtuado una antigua demanda para continuar con la polĆtica fiscal extractiva que requieren ministerios, secretarĆas, leyes y regulaciones que necesitan dinero y cargos para la polĆticas de gĆ©nero. El 8M es propaganda polĆtica, ni mĆ”s ni menos. Para dejarlo en claro: ĀæquĆ© reivindicación o protesta es legĆtima si es el mismo poder el que auspicia las marchas?
Pero no es sólo económico el artificio. AcĆ” la degradación es mĆ”s profunda. El 8M determina un colectivo: el femenino. Como todo determinismo es soberbio y es irrespetuoso. Sostiene que el universo de las mujeres comulga con los mismos males, los mismos deseos, los mismos gustos y tragedias. La identidad colectiva que pretende representar a las mujeres nos quita el discernimiento propio, se lo autoadjudica, y obra luego en representación de un grupo al que estamos sumadas todas, nos guste o no. No tenemos la libertad de renunciar a esa representación. En poco menos de un siglo dimos una vuelta del fatua, que nos supone unas tontas perdidas que pasamos del yugo del macho al yugo del Estado. Un yugo reloaded, porque nos siguen considerando vĆctimas eternas pero para que nos cuiden Ā”tenemos que pagar!
Si nunca se va a lograr que la totalidad del pĆŗblico objetivo se sienta satisfecho, esto asegura la permanencia de estas polĆtica
No existe actualmente diferencias por sexo en las leyes, tampoco en los convenios laborales, ni en otros contratos sociales. De hecho, hay sobradas instancias de denuncia si alguien se topa con una discriminación de ese tipo. Cuando se presenta este debate la retórica del feminismo rentado es que se trata de una discriminación de cristal, invisible al ojo insensible. No se plasma en las leyes ni estĆ” estipulada claramente sino que subyace en actitudes, en el poco acceso que tienen las mujeres de extractos sociales mĆ”s bajos o de la poca educación de algunos sectores al conocimiento de sus derechos. En resumen, que las mujeres que gozan de la igualdad son las privilegiadas citadinas burguesas (agregue aquĆ su adjetivo preferido). Pero entonces y avalando esta premisa, no se tratarĆa de una reivindicación feminista sino clasista tĆpica. Un 8M especial o una lucha feminista para la āmujer pobreā digamos. Y acaso Āæla mujer pobre no comparte demandas con el hombre pobre?
Para el feminismo tutelar cualquier padecimiento social es peor en mujeres que en hombres. Sostiene que la diferencia de roles mantiene un esquema de dominación sobre las mujeres ontológicamente oprimidas. Por eso considera que es el rol del Estado, aka los gobiernos, quienes tienen el mandato de alterar dicha opresión por imposición legal. De esta deriva surgen regulaciones y leyes destinadas a combatir las masculinidades, aĆŗn las pequeƱas como indicar una dirección, rascarse la barba o direccionar la vista hacia una mujer atractiva. Por eso la sociedad occidental se empeƱa en una carrera legislativa que imponga la deconstrucción de toda condición masculina desde la educación a los medios, pasando por absolutamente cualquier cosa como el lenguaje, el entretenimiento, o la distribución de las tareas domĆ©sticas. Quienes proclaman esto no pueden desconocer lo estulto de la premisa. La idea de que sea el Estado quien determine como se deben lavar los platos u ordenar un living supone, de nuevo, la negación de toda individualidad hasta en los aspectos mĆ”s Ćntimos. Pero lo que obra acĆ” no es la lógica sino la improbabilidad de la meta: si nunca se va a lograr que la totalidad del pĆŗblico objetivo se sienta satisfecho, esto asegura la permanencia de estas polĆticas.
Es un feminismo bastante mƔs pillo que el de nuestras abuelas. El voto femenino se puede alcanzar y con eso dar por concluida la batalla. Pero la felicidad subjetiva de todas las mujeres o de todas las personas que se sientan mujeres da para presupuestos y cargos infinitos.
El aspecto mĆ”s vil del feminismo tutelar es la vuelta al puritanismo sexual. En la frenĆ©tica carrera por negar la femineidad se abomina de la belleza, la sensualidad de las curvas, los trabajos que se basen en el aspecto femenino como el modelaje, la publicidad de marcas y productos asociados al atractivo femenino, las manifestaciones pictóricas que exalten la hermosura o la sensualidad, los concursos de belleza. La condición femenina que vienen a defender, curiosamente, les molesta y buscan que permanezca oculta por voluntad de unos pocos que nos censuran por nuestro āpropio bienā. El feminismo tutelar estigmatiza la sexualidad a la que considera opresiva y sólo deseada por el varón. Por eso condena al sexo en el cual las mujeres tendrĆamos, segĆŗn esta teorĆa, un rol de debilidad e inestabilidad que necesita regulación estatal para el consentimiento, pero tambiĆ©n para la gestión del propio cuerpo que pasa a ser una fuente de sufrimientos y condenas como la mestruación o la maternidad.
ĀæDónde quedó la exigencia de igualdad que daba lugar a las manifestaciones feministas? Todo lo que representa el 8M es demanda de privilegios, miedo al otro, desprecio de la propia condición y reclamos vacĆos como la seguridad, cuando es el mismo Estado el que no castiga a los agresores sexuales o a los asesinos. Una jornada dogmĆ”tica que celebra la desigualdad ante la ley donde los hombres son sospechosos por su mera condición, aunque si abominan de la misma y se perciben mujer limpian su pecado original y pueden acceder al paraĆso de la discriminación positiva. AllĆ encontrarĆ”n matemĆ”ticas, economĆa, transporte, gastronomĆa, arquitectura, deportes y lo que se les antoje con perspectiva de gĆ©nero. AcĆ” la mala de la pelĆcula es la biologĆa, que es caprichosa, pero no hay problema, de a poco se irĆ” borrando.
AsĆ las cosas, el 8M plantea algunos problemas de sentido. Si el consenso mundial es que el sexo es en constructo no determinado biológicamente, Āæcómo se explica la denunciada violencia y opresión estructural con base sexual? ĀæAcaso una estructura no es tan fluida como sus componentes? ĀæSi el gĆ©nero es una categorĆa identitaria es, por tanto, subjetiva? ĀæCómo entonces los gobiernos pueden imponer polĆticas pĆŗblicas si cualquiera puede ser mujer con sólo desearlo, como se aplica una ley a una condición subjetiva, fluida y azarosamente mutante? ĀæEmpoderar roles no supone volver al determinismo sexual de rol que era un constructo cultural? ĀæSi desde el poder se estimula la identidad de gĆ©nero como elemento esencial para el acceso a bienes y servicios, quĆ© sentido tiene el sexo como categorĆa jurĆdica? Y si esto es asĆ: ĀæquĆ© sentido tiene el feminismo? Y entonces: ĀæquĆ© demonios es el 8M?.