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El presidente sufre evidentes signos de demencia

La Casa Blanca escribe notas a Biden con respuestas para que no se pierda en las ruedas de prensa

Joe Biden, presidente de EEUU
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Reuters

Cuando se insinúa en el horizonte una tercera guerra mundial con armas nucleares, lo último que uno quiere tener en la Casa Blanca es a un anciano con evidentes signos de demencia y comprometido en casos de corrupción, por persona interpuesta (su hijo), en el mismo país cuya invasión proporciona el casus belli. Y la conjura de los medios para pretender que Joe Biden está en plena posesión de sus capacidades mentales no ayuda, precisamente.

En su conferencia de prensa del lunes, el presunto presidente de Estados Unidos perdió los papeles. Biden negó la evidencia (no es la primera vez) al asegurar que no había dicho lo que había dicho en sus numerosas meteduras de pata recientes, luego admitió unas cuantas y acabó en algo parecido a una pataleta cuando los periodistas le acorralaron con sus preguntas.

Lo de «perder los papeles» no es, desgraciadamente, una metáfora, porque se desveló el contenido de las notas en forma de tarjetas que sus cuidadores le dieron para salir al paso de preguntas comprometidas. Y es que quienes gobiernan detrás del perplejo Joe están ya hartos de que las divagaciones mentales del presidente provoquen el constante bochorno de la Administración, así que han optado por proporcionarle «chuletas» con las respuestas correctas para evitar que se meta en jardines, pero ni por esas.

Las «chuletas» salieron a la luz, para vergüenza de la Administración, y se pudo leer en ellas respuestas para preguntas que, en efecto, le hicieron los periodistas. El tema principal era precisamente su última metedura de pata profunda, cuando, como contamos aquí, sugirió que había que apartar a Putin del poder, no sabemos si con un golpe de Estado disfrazado de revolución de colores o por un medio más expeditivo y definitivo.

Y estas eran las respuestas anotadas: «Solo estaba expresando la indignación moral que sentía hacia las acciones de este hombre» y «No estaba articulando un cambio en la política».

Pero no fue tan fácil. Un periodista volvió sobre el asunto intentando que el presidente se diera cuenta del efecto que probablemente ha tenido en la gente oír al presidente decir que no podía permanecer en el poder el líder de una de las potencias con más armas nucleares del mundo. Y acabó: «¿Le preocupa el uso propagandístico que hagan los rusos de esos comentarios?».

«No y no», respondió, tajante, Biden. Contraatacó el periodista: «¿Podría decirme por qué?». «Porque es ridículo», insistió Biden. «Nadie cree que vayamos a derribarle, estaba hablando de derribar a Putin. Nadie cree eso. Número uno. Número dos, ¿de qué he estado hablando desde que comenzó todo esto? La única guerra que es peor que la intencionada es la que no se busca. Lo último que quiero hacer es implicarme en una guerra terrestre o una guerra nuclear con Rusia. No se trata de eso».

Lo que siguió fue aún más confuso: «Estaba expresando mi indignación por el comportamiento de este hombre». «Es indignante, indignante. Y mi comentario reflejaba más una aspiración que otra cosa, no debería estar en el poder. Hay gente como esta que no debería gobernar países, pero lo hacen. El hecho de que lo hagan no significa que no pueda expresar mi indignación al respecto».

Suspender teniendo las «chuletas» a mano ya es rizar el rizo.

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