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EL ATAQUE RUSO DEJA VÍA LIBRE AL GIGANTE ASIÁTICO PARA CENTRARSE EN SU APUESTA GEOESTRATÉGICA

Lo que esconde la postura ‘neutral’ de China sobre la invasión de Ucrania: el régimen comunista se prepara para un nuevo asalto contra EEUU

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El presidente de China, Xi Jinping, y el líder ruso, Vladimir Putin. Reuters

El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, ha amenazado con contraatacar con una “reacción seria” si Estados Unidos impone sanciones a China por su postura ‘equidistante’ ante la invasión rusa de Ucrania, algo que ya se está preparando contra India por la misma razón: negarse a sumarse a las sanciones económicas sin precedentes contra Moscú. Pero China, a diferencia de Rusia, tiene capacidad sobrada para hacer mucho, pero mucho daño a Estados Unidos y al resto de sus aliados si se intenta algo así contra ellos.

A China le está viniendo de perlas que todas las miradas y, sobre todo, toda la atención de Washington estén fijas en Ucrania y en la invasión rusa, porque eso le deja las manos libres para concentrarse en su propia apuesta geoestratégica: su patio trasero, el Mar de China y, sobre todo, Taiwán, la aliada de Estados Unidos que Pekín se ha comprometido a incorporar a su territorio en los próximos años.

De hecho, hasta que Putin empezó a mover sus tropas en la frontera ucraniana, los expertos entendían que la verdadera amenaza para el poderío norteamericano era China que, aparte de haberse convertido en la segunda potencia económica mundial, ha sido mucho más hábil penetrando en los resortes de influencia y poder del gigante norteamericano.

No es que Washington no se diera cuenta. De hecho, lleva ya tiempo trasladando a la región Asia-Pacífico buena parte de sus recursos bélicos para mantener a raya a China allí. Y entonces llegó la invasión, para frustración de los planificadores del Pentágono.

La Administración Biden ha presumido de que no hay problema, que ellos tienen capacidad para controlar un conflicto en dos frentes, pero eso habrá que verlo, sobre todo después del ‘papelón’ que ha hecho con la desbandada (llamarlo ‘retirada’ es halagarles sin necesidad) de Afganistán después de veinte años de ocupación, dejándoles a los talibán material bélico de última generación por valor de unos 60.000 millones de dólares.

Para muchos analistas, como Madhav Nalapat o Brandon Weichert, que han expresado su preocupación recientemente en The Epoch Times, la nueva administración ha cometido un error de libro resucitando la Guerra Fría original cuando lo que estaba en marcha era la Guerra Fría 2.0, esta vez con China. Esa fue la que centró la política exterior de Donald Trump, convencido de que el verdadero enemigo era China y de que nada podía ser tan insensato como empujar a Moscú en brazos de Pekín, que es lo que ha terminado por suceder.

La alianza entre Rusia y China es una relación contra natura, creada por la necesidad, sostienen los analistas, y un mandatario inteligente podría deshacerla con relativa facilidad. Pero los demócratas ahora en el poder han apostado, por razones en buena medida de política interna, por hacer exactamente lo contrario.

Muchos observadores han querido ver en la actitud aparentemente neutral de China ante la invasión de Ucrania, sobre la que ha llegado a afirmar que apoyan la soberanía e integridad de Kiev, una ‘traición’ a su pacto con Moscú. Pero eso no tiene demasiado sentido, porque el gigante asiático necesitará el apoyo ruso en los previsibles enfrentamientos con Estados Unidos en el teatro del Pacífico.

Para Rusia es un verdadero ejercicio de equilibrismo. Necesita imperiosamente a China, pero también teme que China le devore, siendo evidentemente el bando débil de la alianza. La nueva asociación lleva muchos años en desarrollo, especialmente después de las sanciones impuestas contra Rusia con motivo de su anexión de Crimea en 2014. Desde entonces, el comercio bilateral ha aumentado más del 50 por ciento y ahora China es el principal destino de las exportaciones rusas.

Rusia es el segundo mayor proveedor de petróleo de China después de Arabia Saudita y representa el 15,5 por ciento de las importaciones totales de China en 2021. Rusia también es un importante proveedor de gas y carbón para China. Pero nunca va a haber confianza mutua en esa extraña pareja.

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