Para la presidenta de la ANC en la capital España es «un invento fallido» que ha sometido a las las verdaderas naciones que la integran a una «aniquilación cultural». Cataluña ha logrado sobrevivir y el 1-O alcanzará su «justa y merecida libertad». El trauma no debería ser tal: «España debería tomárselo como un revulsivo para democratizarse de una vez por todas».
Belén Murillo es madrileña, es politóloga y es independentista catalana. De hecho es el único miembro no catalán de entre los setenta y siete que integran el secretariado nacional de la Assemblea Nacional Catalana, ANC. Es la responsable de la asociación en Madrid. La de la capital de España «es una de las treinta y siete sedes que hay en el exterior, porque la sede de Madrid es tan exterior como la de Quito o Berlín». Denuncia odio a Cataluña en la capital. Al menos en la mitad de los madrileños, “los del PP y la Falange”, acusa. Aunque también ha encontrado la solidaridad en «el Madrid del ¡No pasarán!».
Desde hace más de una década es la portavoz civil del independentismo en la capital. Pertenece a “Madrileños por el derecho de a decidir”, la organización que organizó la frustrada conferencia pro independentista la semana pasada.
En la universidad vio en el separatismo “la causa justa de un pueblo por su libertad”. Desde entonces ha visitado Cataluña en innumerables ocasiones, ha aprendido el idioma y se ha empapado de la doctrina que hoy amenaza con quebrar la unidad de España y hacer saltar por los aires el Estado de Derecho.
Belén es activista de causas izquierdistas desde que tiene uso de razón. Se define «como marxista-no socialdemócrata», fue concejal de Izquierda Unida y Podemos le parece «un izquierda muy tibia», aunque les reconoce el esfuerzo. Siempre creyó en la autodeterminación de los pueblos, y tirando de ese hilo apareció el ovillo de la “legítima y necesaria” secesión catalana.
Una causa justa por dos motivos: legales -«el derecho a decidir asiste a Cataluña»- y de reclamación social. No cita motivos identitarios, históricos o etnoculturales. Preguntada por ellos, Murillo los describe como “no relevantes”. “Existen, por su puesto, pero lo importante es que el pueblo catalán quiere decidir su futuro”.
Cataluña, «colonia de un Estado despótico»
Preguntada por el significado de la voz “Cataluña”, Murillo responde: “Un ejemplo de lo que un pueblo puede llegar a conseguir cuando se lo propone”. Y por su puesto, una nación. Y es nación “porque así lo piensan los catalanes”. Pero Cataluña es más cosas. Es también “una colonia”. Lo dice con la serenidad del que se sabe asistido por la verdad. Una colonia de España. O del Estado, “porque España no existe”.
Advierte a la izquierda “equidistante” de que “todas las naciones del Estado (sic) acabarán siendo reprimidas, no sólo Cataluña; es como operan las metrópolis con sus colonias”.
Mas no son sólo las pretendidas naciones ibéricas las damnificadas por un “Estado despótico”, también lo son sus ciudadanos que “son reprimidos en sus libertades individuales”.
España sería, en definitiva, un “invento fallido” y de “connotaciones peyorativas”, “un artificio construido por un nacionalismo imperialista” que ha sometido a sus pueblos. ¿Cuáles son esos pueblos? Para Murillo, además de la clásica terna –Cataluña, País Vasco y Galicia-, las naciones castellana, andaluza y canaria. No descarta que sean más, aunque no ha podido verificarlo “científicamente” como dice haberlo hecho con las seis anteriores. Sea como fuere, todas ellas han sufrido un intento secular de “fagocitación” por parte de España.
Y estando atomizada hasta ese punto lo que entendíamos por nación española, la propia Murillo, de cuna castellana pero con orígenes andaluces, se define “castellana y andaluza… pero por separado: castellana-y-andaluza”.
«Vergüenza de ser española»
Así las cosas, el “invento” español se habría construido “a base de aniquilar culturalmente las identidades que tiene dentro”. Y no sólo, también las ha “prostituido”. Y refiere el ejemplo concreto de Andalucía, que España, a base de vaciar su identidad, la habría reducido a una entidad “folclórica”, a “una flamenca encima de un televisor”.
Siendo todo esto así, no resulta extraño que la responsable de la ANC en Madrid sienta “vergüenza” de ser española. Tampoco ha de sorprender que pida la nacionalidad catalana si el 1-O tiene éxito. Y preguntada por la posibilidad de hacer compatible la identidad catalana y la española, de hacer compatible ser catalán y ser español, niega el supuesto: “No existe ser español”.
Se aventura, por último, a hacer un pronóstico sobre el 1-O: “Se demostrará la voluntad del pueblo de Cataluña. Y el Estado, en lugar de reprimir la votación debería alentarla. En realidad le beneficia. El Estado tiene que sufrir la ruptura del régimen del 78 y democratizarse de una vez. Cataluña ha abierto la puerta, que no desaprovechen la oportunidad”.
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