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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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Historia de los agentes provocadores

13 de noviembre de 2023

Los que de verdad sabían de manifestaciones, huelgas y protestas eran los agentes de la Comintern, la Internacional Comunista o III Internacional, cuya vida entre 1919 y 1943 marcó el ciclo revolucionario en Europa y en buena parte del resto del mundo. Uno de sus agentes más destacados, fue el belga Víctor Serge (Bruselas 1890-Ciudad de México 1947). Escritor fecundísimo y revolucionario, se movió como pez en el agua entre socialistas, anarquistas y bolcheviques hasta que rompió con la URSS después del ascenso de Stalin. Dejó un libro extraordinario, Memorias de un revolucionario (Veintisieteletras, 2011), que resume en unas pocas líneas el fracaso de una vida: «Por mi parte, sufrí un poco más de diez años de cautiverios diversos. Milité en siete países, escribí veinte libros. No poseo nada. Varias veces he sido cubierto de lodo por una prensa de gran tirada porque digo la verdad. Detrás de nosotros, una revolución victoriosa que dio mal resultado. Varias revoluciones fracasadas, un número tan grande de matanzas que da un poco de vértigo».

No debía de ser fácil la vida bajo la permanente amenaza de los agentes de Stalin.

Serge nos dejó un librito que aún hoy contiene lecciones valiosas para aquellos que quieren organizar, participar o apoyar movilizaciones en la calle. Se titula Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión y lo publicó en francés en 1925 poco antes de su expulsión del partido comunista de la Unión Soviética, que tuvo lugar en 1928. En español, la edición más reciente es de 2019 en el Fondo de Cultura Económica. Hay otras más antiguas y no faltan algunas directamente piratas.

Serge parte del estudio de la Ojrana, la policía secreta zarista fundada en 1866 después del primer intento de asesinato del zar Alejandro II (que terminaría muerto a manos de un grupo terrorista revolucionario en 1881). Durante más de treinta años, los agentes de este cuerpo policial combatirían contra los revolucionarios dentro y fuera del Imperio Ruso mediante las técnicas policiales desarrolladas desde los tiempos de Fouché, cuya biografía inolvidable escribió el gran Stefan Zweig, al que ahora se le dedica una estupenda exposición en la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro.

Pero no nos desviemos.

Serge analiza las distintas formas de operar de la policía secreta del zar (la observación, el seguimiento, la infiltración) hasta llegar a la provocación, que tiene de dinamitar al grupo revolucionario precipitando su detención. Nuestro autor estudia un folleto de 27 páginas titulado Instructivo relativo a la agencia secreta y Serge incluye extractos valiosos para el análisis político e histórico. Hoy nos interesa un pasaje que reza: «La Seguridad Política debe tender a destruir el movimiento revolucionario en el momento de su mayor actividad y no desviar su trabajo dedicándose a empresas menores». Conviene, pues, tener presente que el momento más peligroso es, precisamente, cuando el movimiento es más fuerte. Ahí es cuando hay que hacerlo saltar por los aires bien dejando que tenga lugar la provocación —mediante personas o grupos a los que se instrumentaliza— o bien ejecutándola directamente con recursos propios.

Las policías políticas de los distintos regímenes totalitarios (comunistas, fascistas, nacionalsocialistas) emplearon agentes provocadores combinados con otros dispositivos de manipulación de masas (censura, propaganda, desinformación) para presentar a los opositores como terroristas, enemigos del pueblo o agentes extranjeros. Así sucedió, por ejemplo, con los movimientos nacionales de resistencia contra el comunismo en Polonia, Hungría, Checoslovaquia y los países bálticos. En la medida en que hay libertad de expresión y de información, estas técnicas disminuyen su eficacia, pero cuando estas libertades fallan el riesgo se dispara. Los soviéticos lograron ocultar durante años el Holodomor. No se debe minulvalorar el poder de la mentira.

Sin embargo, tampoco hay que despreciar la fuerza revolucionaria de la verdad. Parafraseando a Novalis, allí donde está el peligro está también la salvación. Cuando el poder se ve en la necesidad de emplear agentes provocadores y, más en general, las técnicas de las policías secretas de regímenes autoritarios —carentes, por ejemplo, de controles judiciales independientes—, esto es una prueba de su debilidad. Naturalmente, esta circunstancia no significa que el poder sea menos peligroso —una tiranía acorralada es peligrosísima— pero sí permite albergar cierta esperanza sobre sus tensiones internas y sobre la posibilidad de un cambio. Es esa posibilidad, precisamente, la que aterroriza al tirano.

Así, todo activista debe saber que los agentes provocadores tratarán de emplear todos los medios a su alcance —la violencia incluida, naturalmente— para tratar de desacreditar al movimiento contra el que operan. Basta una foto, un vídeo o un mensaje para enmarcar a un grupo y, a partir de ahí, hacerlo estallar.

Conviene estar prevenidos.

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