«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
todo va camino a la reducción al absurdo.

La ‘ley trans’ o la rebelión de la izquierda contra la naturaleza

Aprovechando que estamos como queremos, que no hay problemas serios de qué ocuparse y nos sale el dinero por las orejas, el Ministerio de Igualdad, ese lujo que encabeza la madre de los hijos de Pablo Iglesias, ha presentado su proyecto de ‘ley trans’, que estipula que desde los 16 años, sin pedir permiso a nadie, sin cambiar nada y sin consultar con experto alguno, cualquiera puede proclamarse del sexo contrario a aquel con que nació y ser legalmente reconocido por tal.

Ser progresista tiene indudables ventajas, especialmente laborales, pero es agotador. Uno se cree en el pináculo de la progresía y, a poco que se quede donde está, le adelantan por la izquierda y queda convertido en un facha despreciable. Si un progresista de vanguardia de hace unos pocos años hubiera entrado en coma y despertara hoy, sus ideas estarían a la derecha del PP.

Lidia Falcón, pongamos por caso. Hace nada era la adalid del feminismo más radical e izquierdoso, de las de “la-culpa-de-todo-lo-malo-en-el-mundo-la-tiene-el-Patriarcado”, con su Partido Feminista encuadrado en Izquierda Unida, para más señas; y hoy, expulsada con deshonor de la formación comunista, está siendo investigada por ‘delito de odio’ por no aceptar la nueva moda de aseverar que un barbado minero de Mieres se convierte en mujer con solo declararlo, sin tener siquiera que afeitarse. Se ha vuelto una TERF, por citar la jerga: Trans Exclusionary Radical Feminist, y eso la sitúa a dos dedos de VOX a ojos de sus antiguos camaradas.

Va todo muy rápido, camino a la reducción al absurdo. Por supuesto, no hay nada original en lo que hace la ministra Montero, que es parte de esa loca carrera hacia la autodisolución que abandera el pensamiento único en todo el mundo. Sin ir más lejos, ahí está nuestro amigo Biden, el más votado de todos los presidentes de Estados Unidos, que en una de las decenas de órdenes ejecutivas que ha firmado durante la primera semana de mandato –”gobernar a base de decretos es lo que hacen los dictadores”, declaraba antes de ser elegido- en la que se obliga a los equipos deportivos femeninos a aceptar eso que ahora se llama ‘varones biológicos’. ¿Tengo que decir que esa es la muerte del deporte femenino?

Pero eso es lo de menos, naturalmente. Para empezar, la ‘lucha de la mujer’, el sacrosanto feminismo, pierde todo el sentido si no hay un ser fijo que pueda llamarse ‘mujer’, si yo ahora mismo paso a formar parte de ese colectivo con solo declararlo.

Si unimos a eso el empecinamiento de la izquierda para negar que los incentivos funcionan, ya la tenemos liada. Porque funcionan, y solo hay que fijarse en cuántos atletas de segunda pasan a convertirse en carne de podio en cuanto deciden apuntarse al género adecuado.

Entiendo que la población general tardará en verle la gracia, pero es cuestión de tiempo. Por ejemplo, ya ha habido condenados por violación que se han proclamado féminas para quedar recluidos en una cárcel de mujeres.

Todo son ventajas. Imagine el efecto sobre la Ley de Violencia de Género. Tu mujer te denuncia y tú de confiesas mujer. Ya no hay caso, ya no se pueden aplicar las disposiciones que prevén presunción de culpabilidad en el macho. Imagine una empresa obligada a tener determinada proporción de mujeres en su Consejo de Administración, y no encuentra las adecuadas: solo tendría que declarar mujeres al cupo necesario de varones. Creo recordar que en México lo hizo la sección regional de un partido que se había comprometido a tener determinada cuota femenina.

Porque -y este es el punto-, si usted decide registrarse como mujer, su vida no tiene por qué cambiar en absoluto, solo una letra en un registro. Puede seguir casado con su mujer, puede mantener su nombre de varón (¿qué machista dirá que determinado nombre no puede llevarlo una mujer?), llevar una lustrosa barba y, en fin, olvidarse de ese detallito administrativo hasta que lo necesite para encontrar trabajo, una promoción, un carguito o para evitar problemas con la ley.

Si la izquierda hubiera parado con el comunismo soviético, podríamos calificarla como una rebelión contra un sistema concreto para instaurar otro. Pero es evidente que no ha sido eso lo que ha sucedido, así que hay que concluir que, en realidad, es una rebelión contra la naturaleza, contra la realidad; es pensar que el ser humano no tiene una esencia, que es indefinidamente moldeable y que se le puede someter a cualquier experimento.

.
Fondo newsletter