«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.

Acciones de resistencia

13 de marzo de 2023

Más de diez mil granjeros neerlandeses protestaron este sábado en La Haya contra las políticas ambientalistas de su gobierno. So pretexto de reducir las emisiones de nitrógeno, el gobierno de los Países Bajos está condenando a la ruina y la desaparición a miles de explotaciones familiares. Hace pocos días se manifestaban los granjeros de Flandes contra una regulación similar en Bélgica.

Es la última etapa de un proceso de oposición creciente a las políticas globalistas que ya había comenzado antes de 2020, pero que la pandemia aceleró a partir de marzo de aquel año. En Europa, la oposición a los confinamientos, a los carnés de vacunación y, en general, a las restricciones de la libertad de movimientos echaron a la calle a decenas de miles de personas en Alemania, Italia, Bélgica, Portugal, Austria, los Países Bajos, Bélgica y, por supuesto, España entre otros países. En América, desde Canadá hasta Argentina, el descontento se hizo sentir en marchas, concentraciones e incumplimientos masivos.

En el fondo, hay diversos argumentos contra las políticas globalistas, que van desde los daños económicos que infligen a las clases populares hasta la evidente pérdida de libertad a que todas esas medidas conducen. Lo que Shoshana Zuboff denominaba, en 2013, el «capitalismo de la vigilancia» ha creado dispositivos que permiten el confinamiento de la población, la limitación de sus movimientos, el examen de sus gastos, el registro de sus búsquedas en internet y muchas otras intromisiones en su vida. La «emergencia climática», al igual que la pandemia, se está empleando como pretexto para restringir la libertad de expresión y de información y la de movimiento entre otras. Las revelaciones de Elon Musk acerca de cómo los anteriores gestores de Twitter silenciaron opiniones, cerraron cuentas y limitaron la circulación de mensajes deberían servir de advertencia sobre la amenaza que se cierne sobre las libertades civiles. La imposición de políticas de planificación y control recuerda a las dictaduras comunistas.

Toda acción política requiere de una reflexión histórica que la articule y le dé sentido. Esto diferencia un fugaz estallido de ira de un movimiento transformador y profundo. Lo sucedido en estos últimos años hunde sus raíces en la oposición de las clases populares a los programas y medidas impuestas por las élites políticas. Ya sea la «nomenklatura» soviética o el Foro Económico Mundial, ambas tienen en común el sacrificio de las masas para que una minoría viva bien; bueno, en realidad, para que viva cada vez mejor. Decía Walter Benjamin en Sobre el concepto de historia que «articular históricamente el pasado no significa conocerlo tal como verdaderamente fue». Significa que apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. 

El instante de peligro es ahora y los recuerdos no se remiten sólo a los primeros años del siglo XXI (me vienen a la memoria las manifestaciones contra la negociación con ETA, contra la partición del Archivo de Salamanca, contra el adoctrinamiento de aquella asignatura que se llamó Educación para la ciudadanía) sino a décadas anteriores. Construir alternativas requerirá, pues, el esfuerzo de recordar y no olvidar.

En este sentido, hay todo un pasado que rescatar del olvido o, peor aún, de la indiferencia. Huelga decir que no me refiero sólo al pasado «político» -pongamos por caso, la oposición a los regímenes comunistas en Europa Central y Oriental- sino, más en general, a un modo de vida que conocimos y nos ha sido poco a poco arrebatado. Frente al adoctrinamiento animalista y la moda vegana, cabe reivindicar el orgullo de las recetas y los ingredientes tradicionales, que incluyen, por supuesto, la carne, el pescado y la leche. En estos días, llevar boina, corbata o una camiseta de Blas de Lezo es más subversivo que vestir una sudadera con cualquier lema «woke». Martin Luther King dijo, en su famosísimo discurso durante la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad (1963), que tenía el sueño «de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter». Hoy esa actitud es el mayor desafío que se puede plantear a la teoría crítica de la raza. Viajar en coche y defender la libertad de usar el diésel y de desplazarse sin restricciones son, quién nos lo iba a decir, actos de afirmación política frente a un proyecto totalitario

.
Fondo newsletter