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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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Se extiende la revuelta campesina

20 de marzo de 2023

En los Países Bajos, se extiende la revuelta campesina. El Movimiento Campesino-Ciudadano, cuyas siglas en neerlandés son BBB y representa el voto de los granjeros amenazados por las políticas ambientalistas del gobierno neerlandés y la Unión Europea, ha cosechado una victoria resonante en las elecciones provinciales que marcan la composición del Senado. El jovencísimo partido, fundado en 2019 por la periodista Caroline van der Plas, ha obtenido 17 de los 75 escaños y se ha convertido en la primera fuerza política de la Cámara. El resultado es un bofetón para la coalición de cuatro partidos que encabeza el primer ministro Mark Rutte, del Partido Popular por la Libertad y la Democracia, una formación que, como otras tantas en Europa, pasó del centro-derecha al progresismo a través de la Agenda 2030. Ya ven ustedes que eso de hacer políticas de izquierda con los votos de la derecha no es patrimonio exclusivo del alcalde de Madrid. Una vez se abrazan los consensos de la élite global, las diferencias se van diluyendo y todo converge. No en vano, el Papa ha calado a Rodríguez Almeida al saludarlo como «el heredero de la gran Manuela».

Pero volvamos a los Países Bajos.

La fundadora del Movimiento Campesino-Ciudadano proviene de la democracia cristiana, que forma parte ahora de la coalición de gobierno y ha sacado en estas elecciones sólo cinco escaños. Su actividad profesional era la comunicación. Trabajó como periodista y agente de mercadotecnia. Algo de esto puede colegirse en la puesta en escena de las manifestaciones campesinas: familias, niños, matrimonios y tractores, muchos tractores. Frente a la mala uva constante de Greta Thunberg, la alegría del campo, la kermesse y la verbena. Me caen bien estos campesinos. Les han puesto la etiqueta de populistas, paletos y ultras -ya ven que estas cosas no suceden sólo en España- pero nada hay más lejos de la realidad. Sólo son familias que quieren seguir trabajando en el campo sin que la industria del ambientalismo globalista los arruine. No se debe soslayar este aspecto si uno quiere comprender lo que está sucediendo, es decir, contra qué se alzan estos granjeros. Detrás de la Agenda 2030, el programa político del globalismo, se esconde toda una industria que se sirve del terror ambiental para generar necesidades, imponer estilos de vida y, por el camino, acabar con las libertades civiles y con modos de vida como el que estos campesinos defienden. En sus manifestaciones, palpita una alegría de vivir y una confianza en el futuro irresistiblemente contagiosas. La vida, en fin, resulta pegadiza.

El caso es que el magnífico resultado de los campesinos impide que la coalición de gobierno pueda alcanzar la mayoría aliándose con los laboristas y los «ecologistas». Permítanme las comillas porque aquí los verdaderos verdes son estos granjeros. Aquí hay otra cosa interesante: la etiqueta que identificaba a los defensores de los animales y la naturaleza ha sido secuestrada por las multinacionales del Foro Económico Mundial y el resto del capitalismo woke descrito por Vivek Ramaswamy en Woke, Inc.: Inside Corporate Americas Social Justice Scam. Por eso, cuando alguien pretende imponer el uso de la bicicleta en todas partes, defiende las «ciudades de 15 minutos» o denuncia las «macrogranjas«, ciertas dosis de sospecha son muy saludables. 

El año pasado el diputado neerlandés Gideon van Meijeren preguntó al primer ministro Rutte por su relación con Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, a quien agradeció por carta el envío de su libro Covid-19: The Great Reset calificándolo de «esperanzador análisis sobre el futuro». En su interpelación, Van Meijeren identificó el verdadero sentido del cambio social que pretende imponerse a través de la Agenda 2030 y sus agentes: la sustitución de la democracia parlamentaria por una tecnocracia global que opera localmente. Contra eso se están alzando los granjeros neerlandeses y belgas como antes hicieron los camioneros canadienses. Por eso, la clave está en defender las instituciones de su secuestro a manos de las organizaciones globalistas y en salvaguardar los procesos electorales de sus injerencias. En este aspecto, los granjeros neerlandeses están marcando el camino que ojalá sigan otros muchos en Europa y el resto del mundo

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